Las 10 Historias más insólitas del Fútbol Mundial
1. El arquero manco

2. El árbitro a caballo
A
la final del torneo de segunda división de 1925 de la ciudad argentina
de Córdoba llegaron los clubes locales Vélez Sarsfield y Peñarol. El
choque definitivo se pactó en una canchita del barrio El Abrojal, y se
designó a Carlos Libertario Linossi para controlar las acciones del
trascendental desafío. A los treinta minutos de la segunda etapa, con el
marcador 1-1, Peñarol consiguió el gol que lo catapultaba a la división
de honor del fútbol cordobés. Pero la conquista no fue bien recibida
por los seguidores de Vélez: gracias a la falta de alambrado olímpico,
los hinchas decidieron ingresar al campo de juego para golpear a los
futbolistas rivales, quienes a su vez fueron defendidos por sus
partidarios. En medio de una riña generalizada, Linossi montó el caballo
con el que había arribado al lugar y comenzó a despejar, a empellones, a
los exaltados espectadores. La bravura del centauro consiguió el
milagro del retorno de la calma para que el encuentro prosiguiera sin
nuevos disturbios. Hasta el último minuto, el hombre de negro continuó
su labor sentado en el lomo de su corcel. Fue el primer árbitro con
cuatro patas.
3. El técnico que dirigía con pañuelos de colores
El
17 de octubre de 1943 se disputó la primera fecha del flamante torneo
profesional de México. Esta nueva era del fútbol azteca, sostenida por
mecenas acaudalados y grandes empresas, atrajo, como la miel a las
moscas, a muchos veteranos futbolistas argentinos, ávidos de ganar una
buena suma para su retiro. Uno de ellos fue el centrodelantero Marcos
Aurelio, quien dejó Vélez Sarsfield para sumarse al club León. Allí,
Aurelio tuvo un entrenador que utilizaba un complejo método para darles
instrucciones a sus dirigidos, basado en pañuelos de diferentes colores.
Si el técnico agitaba uno de color azul, todos debían ir al ataque. Por
el contrario, si exhibía uno verde, los once tenían que defender. Y, si
el pañuelo elegido era rojo, “había que retener la pelota”. La novedosa
estrategia se puso en práctica, pero las cosas no salían nada bien: por
más que el “míster” cambiaba los colores, los goles rivales caían uno
tras otro. Con el partido desfavorable por 5 a 1, Aurelio se acercó al
banco y, dirigiéndose al técnico, le sugirió: “¿Qué le parece si saca un
pañuelo blanco y nos rendimos?".
4. El mudo que ‘puteó’ al árbitro
El
8 de noviembre de 1972, por el torneo argentino, Huracán superaba como
local a Estudiantes de La Plata 2 a 0. Los “pinchas” pugnaban por el
empate, y, poco antes del final del primer tiempo, el árbitro Washington
Mateo cobró un penal para los visitantes. Sin embargo, a instancias de
uno de los jueces de línea, Mateo se retractó y marcó un tiro libre para
Huracán. La decisión disgustó a los jugadores albirrojos, que
desaprobaron el cambio con enérgicos gestos y términos soeces dirigidos
hacia el hombre de negro. En medio del revuelo, el referí sacó su
tarjeta roja y se la mostró al volante central Carlos Alberto de Marta,
de quien creyó haber escuchado un claro y grosero insulto. El match
prosiguió y Huracán, con la diferencia numérica a su favor, se impuso
por 5 a 1. Mateo elevó su informe y una semana después De Marta fue
citado a declarar por el Tribunal de Disciplina. El jugador se presentó
en la sede de la entidad y, un día después, lo que pudo haber sido una
dura sanción se diluyó en una simple amonestación. ¿Por qué? El tribunal
consideró que De Marta difícilmente pudo articular una injuria
claramente audible por Mateo, no solo por el bochinche que imperaba en
ese momento en el estadio, sino porque el volante era sordomudo de
nacimiento.
5. Infidelidad en directo
El
Genoa luchaba por el ascenso a la Serie A italiana. El 28 de abril de
2000, en casa, frente al Atalanta de Bérgamo —uno de los punteros del
campeonato—, había que ganar o ganar. El choque, cargado de roces,
nervios y pierna fuerte, se evaporaba igualado en un tanto, hasta que el
veloz delantero Davide Nicola trazó una diagonal fulminante que definió
con maestría ante la salida estéril del arquero visitante, Alberto
Fontana. Para celebrar su conquista, el goleador extendió su alocada
carrera hasta un costado del campo, donde estaba sentado un grupo de
policías, y se arrojó sobre una rubia y bella agente del orden, a quien
besó apasionadamente. Era —reconoció luego el futbolista al periodista
de la televisión situado en el campo de juego— una “amante” que había
“caído en la red”. Nicola no fue amonestado por tan apasionado festejo,
pero quien sí vio la tarjeta roja fue la policía: su esposo, que miraba
el partido en directo por TV, la llamó de inmediato al teléfono celular y
la expulsó del terreno conyugal.
6. El muerto que hace goles
Durante
la semifinal del Mundial de Suiza 1954, disputada en Lausanne, se
produjo un caso extraordinario: un futbolista de Uruguay sufrió un paro
cardíaco y, tras recibir una dosis de coramina —un medicamento que
estimula las funciones vasomotoras y respiratorias— siguió jugando. El
protagonista de la notable situación fue el delantero Juan Hohberg,
quien, curiosamente, había nacido en Argentina y comenzado su carrera
como arquero. Hohberg —quien ese día debutaba en la escuadra oriental—
consiguió los dos goles que le permitieron a Uruguay igualar el
encuentro, a los 75 y 86 minutos. Según cuenta el periodista Alfredo
Etchandy en su libro El Mundo y los Mundiales, cuando el atacante marcó
la igualdad, “sus compañeros le cayeron arriba en el festejo y por la
emoción sufrió un paro cardíaco. Fue reanimado por el kinesiólogo Carlos
Abate, quien le suministró coramina por la boca. Cuando empezó el
alargue seguía afuera, pero poco después retornó a la cancha y jugó
hasta la finalización de la prórroga”. En esa época todavía no estaban
autorizados los cambios, y la escuadra celeste no podía darse el lujo de
resignar nada porque, además del pase a la final, defendía una
impresionante racha invicta de 21 partidos en Mundiales y Juegos
Olímpicos. Empero, en el alargue, Hungría marcó dos veces más para
redondear un marcador de 4 a 2 que coronó, más que nunca, un “partido de
infarto”.
7. El peor descuido de un arquero en la historia
Atlético
de Madrid llegó una sola vez a la final de la Copa de Campeones de
Europa y estuvo a cuarenta segundos de obtener el título más importante
del fútbol del Viejo Continente, pero un increíble descuido de su
arquero Miguel Reina lo privó del preciado galardón. La final del
torneo, que enfrentó al conjunto madrileño con Bayern Munich de
Alemania, se llevó a cabo el 15 de mayo de 1974 en el estadio Heysel de
Bruselas, Bélgica. Al término de los noventa minutos reglamentarios, el
marcador continuaba en blanco, por lo que el juez local Louis Loreaux
hizo jugar el alargue de dos tiempos de quince, tal como lo establecía
el anterior reglamento. A los 113 minutos, el delantero español Luis
logró la apertura del marcador con un tiro bajo que superó al legendario
portero Sepp Maier. Parecía que la gloria quedaba en poder de la
escuadra española. Sin embargo, a segundos del final, ocurrió lo
inconcebible: aún con la pelota en juego, Reina se quitó los guantes,
abandonó su lugar y se los regaló a un fotógrafo que se encontraba
detrás del arco. El inadmisible descuido fue aprovechado por el defensor
alemán Georg Schwarzembeck quien, al notar que la meta estaba libre,
efectuó un violento disparo de zurda desde treinta metros que llegó
hasta las redes sin oposición. Igualado el duelo, se pactó un encuentro
definitivo para dos días más tarde, en el mismo estadio, y el entrenador
Juan Carlos Lorenzo decidió mantener a Reina. Nuevo error: los alemanes
se impusieron por 4 a 0.
8. Los futbolistas descalzos
El
encuentro de fútbol que el 31 de julio de 1948 protagonizaron Francia e
India en el Lynn Road Stadium, por el torneo olímpico de Londres, bien
puede incluirse en la galería de los partidos más extraños de la
historia. India, que nunca había intervenido en una competición
internacional fuera de Asia, presentó un equipo con todos sus jugadores
descalzos. Esto, en realidad, no debió ser aceptado por el referí sueco
Gunnar Dahlner, porque se trata de una incorrección reglamentaria
referida a la vestimenta de los futbolistas, por el peligro que
representa para los pies descubiertos. Sin embargo, el partido se jugó
y, contra lo que podría creerse una seria desventaja, por agarre y mayor
potencia en el remate, la falta de calzado no se notó en el trámite del
match. Los franceses, bien plantados en sus botines, más experimentados
y con una extensa e intensa historia futbolera, tuvieron que luchar muy
duro frente al desconocido e impetuoso equipo rival. La escuadra gala
abrió el marcador a los treinta minutos mediante René Courbin, pero los
indios no se rindieron e igualaron el tanteador a los setenta con un
golazo de Sarangapari Dhanraj Raman. A solamente cinco minutos del
final, el referí sueco Gunnar Dahlner cobró un penal para los asiáticos
por una fuerte falta dentro del área. La ejecución estuvo a cargo del
defensor Sailendra Nath Maná, quien sacó un violento disparo que salió
desviado, lejos del arco que defendía Guy Rouxel. Recuperados del susto y
de lo que pudo ser un gran papelón, los europeos retomaron el control
de la pelota y a los 89 sentenciaron el duelo gracias a un acertado
remate de André Strape. Entusiasmado por su sorprendente actuación
olímpica, el seleccionado asiático se inscribió para participar en el
Mundial de Brasil 1950. El sorteo lo ubicó en el grupo 3 junto a Suecia,
Paraguay e Italia, pero como la FIFA, que había tomado nota de la
irregularidad ocurrida en Inglaterra, se puso firme y prohibió a los
indios actuar descalzos, a último momento el equipo decidió no viajar a
Sudamérica. Fieles a la cultura adquirida en las calles de Nueva Delhi y
Bombay, los muchachos prefirieron quedarse en casa a que se pisotee su
tradición.
9. El árbitro que se autoexpulsó
Posiblemente,
la expulsión más extraordinaria de la historia del fútbol se produjo en
el suburbio londinense de Charlton, durante un partido de aficionados
ocurrido en marzo de 1998. Con el correr de las acciones, la situación
se había tornado compleja para el árbitro Melvin Sylvester, cuyos fallos
eran duramente cuestionados, uno a uno, por los jugadores. En el
segundo tiempo, al proseguir la andanada de reclamos, la paciencia de
Sylvester llegó a su fin: ante la persistente queja a gritos de un
futbolista, el referí, desbordado, lo derribó de un puñetazo en el ojo.
Al darse cuenta de lo que había hecho, Sylvester, sumamente compungido,
sacó la tarjeta roja y... ¡se autoexpulsó! Luego, el singular hombre de
negro entregó su silbato a uno de los jueces de línea y se marchó a los
vestuarios, no sin antes prometer que nunca más volvería a dirigir.
10. los hinchas que vistieron a los jugadores
El
26 de marzo de 1994, Chacarita y Almagro se enfrentaron por el
campeonato de Primera B argentino. Como ambas instituciones eran
vestidas por la misma marca de indumentaria deportiva, Penalty, se puso
en juego una copa, que quedaría en las vitrinas del conjunto vencedor.
La iniciativa contó con el visto bueno de los dos clubes. Sin embargo, a
la hora de salir a la cancha... ¡Sorpresa!: las dos escuadras lucían
atuendos totalmente blancos. Para colmo, ninguno de los dos equipos
había previsto un juego de ropa alternativo para un eventual percance.
Con el correr de los minutos, un simpatizante local propuso una solución
para superar el tremendo papelón: pedir prestadas a la hinchada remeras
“tradicionales” a bastones rojo, negro y blanco, con el número
estampado. En un abrir y cerrar de ojos, desde atrás del alambrado
cayeron prendas para formar decenas de equipos, producto de la
reconocida fidelidad de los seguidores de Chacarita por llevar a los
estadios los colores de sus amores. Rápidamente, se armó una selección
del 2 al 16 y se distribuyó entre los futbolistas, que iniciaron las
acciones con 22 minutos de retraso. Finalmente, Chacarita se impuso por 3
a 2 y ganó el trofeo. Cuando el capitán Sergio Lara se acercó al
directivo de Penalty para recibir el premio... ¡Otra sorpresa!: el
defensor vestía una camiseta marca Taiyo, el anterior patrocinador del
equipo.
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Las 10 Historias más insólitas del Fútbol Mundial
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